Seleccionar página

Vamos a comentar un caso en el que estoy segura de que os habéis encontrado más de una vez.

Aun sabiendo que son “gajes del oficio” sigo buscando soluciones para apalear o al menos amedrantar las repercusiones lo máximo posible.

No llevaba ni un año trabajando cuando cayó en mis manos un proyecto espectacular: ¡¡una cena benéfica para mil personas!! Casi muero del susto.

Me pidieron la conceptualización y organización del evento.

Asistí a la reunión, seguí todos los pasos que me habían enseñado, realicé un briefing exhaustivo…lo recuerdo perfectamente.

Julio, un mes ya difícil para pedir presupuestos y ser rápido, pero en una semana tenía un dossier de más de quince hojas sobre mi mesa: concepto, renders, detalles… no faltaba nada.

Lo presenté y les encantó la idea, tal fue que pidieron el presupuesto total del evento, recordemos para ¡¡ 1000 personas!!.

Realicé mi primer súper presupuesto, no sé ni las horas que me llevó ni como conseguí salir del paso, pero ahí fuimos, a por todas.

Segunda prueba superada, aceptado y con mucha ilusión por parte de todos.

Seguimos trabajando y a algo más de quince días del evento fuimos a tomar medidas, pues ya teníamos que comenzar el montaje.

Pese a los renders, no se hacían la idea… y me pidieron una prueba piloto. No pasa nada, al fin y al cabo, lo tenía que hacer igual, así que hice que me enviaran desde Madrid algunas piezas y las llevamos para que las vieran in situ.

La sorpresa vino diez días antes, igual me equivoco y fueron algo más, pero vamos la memoria me insinúa que faltaba casi nada, cuando me llamaron para decirme que finalmente no iban a contratar mis Servicios, ¡¡zaaaascaaa!!

La decepción fue grande, enojo, dudas, tristeza… lo consulté con todo el mundo, no recurrí al Papa porque no lo vi adecuado, pero vamos, busqué consuelo y opinión de todos lo que pensaba que podían ayudarme a entender cómo funcionaban las coses en este mundo.

Lo que se veía normal por parte de todos era enviar una factura, había invertido más de mil euros tangibles.

La respuesta fue obvia, de pagar nada de nada.

Hubo mucho más, pero es muy largo.

A partir de entonces comencé a pensar como trabajar para que esto no pasara, pero seguimos sin acertar del todo.

La mayoría de las veces realizamos ante proyectos, en los que redactamos lo que vamos a hacer y a conseguir y estipulamos nuestros honorarios. Si el cliente acepta realizamos el proyecto y presupuestamos el resto.

Pero este método no siempre funciona, porque muchas veces el cliente quiere saber exactamente que se va a hacer y lo que va a costar todo el evento.

Otras veces hay tanta prisa que no hay tiempo para realizar los pasos correctamente

Algunas otras, el cliente nos interesa tanto que arriesgamos

Pero lo que sí nos queda claro es que hay que hacer las coses con orden, reeducar al cliente.

Nuestro Trabajo es poco tangible, la mayoría de las veces, por no ser demasiado asertiva y decir siempre, el peso recae en la presentación del proyecto, es decir antes del día “D, es lo que lleva más tiempo y arte.
Nuestro valor está en la ideas, la experiencia, nuestras bases de proveedores, nuestra continua búsqueda de innovación, etc.

Creo que lo más fácil es la comparación con un arquitecto… a nadie se le ocurre que le presente este un plano, memoria y presupuesto sin pagar antes, ¿verdad? ¡Pues eso!

Si lees esto y te ha pasado algo similar, coméntanos!! quizás entre todos hallemos «el método»